Biografía de Karpov por David Llada

por ChessBase
01/11/2006 – El periodista español David Llada ha escrito una biografía de Anatoli Karpov, en castellano. El libro fue publicado con motivo del Festival de Ajedrez de la Ciudad de México, celebrado el 22 de octubre de 2006, donde Karpov obtuvo el Record Guinness de "más libros autografiados por una celebridad". La obra nos desvela otras facetas de Karpov distintas de la ajedrecística como, por ejemplo, su afición a la filatelia. Más información y capítulo de muestra...

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El periodista español, David Llada, acaba de publicar una biografía de Anatoli Karpov

Contenido del libro "Karpov, el camino de una voluntad"

"Karpov, el camino de una voluntad" aborda, en 120 páginas, un resumen narrativo de los capítulos más importantes en la carrera ajedrecística de este campeón de ajedrez en su faceta más humana, e incluye varias anécdotas inéditas y muchas otras que nunca se habían publicado antes en castellano. Se puede adquirir en la página web del autor.

Internamente se encuentra estructurado alrededor de diez temas/capítulos principales:

- Una infancia en los Urales
- De aprendiz a Maestro
- La larga sombra de Bobby Fischer
- El recordman de los torneos
- Viktor el terrible
- Los duelos con Kasparov
- El Ave Fénix del ajedrez
- El estilo de Karpov
- La persona
- Karpov, el coleccionista

También se incluye el palmarés de Anatoli Karpov más exhaustivo publicado hasta la fecha –"sólo el que guardo en mi cabeza es un poco más completo", indicó el propio interesado- y 39 de sus mejores partidas, varias de ellas comentadas.



Karpov con su entrenador Furman. Foto cortesía del archivo de la revista rusa "64"

Siempre es agradable antes de decidirse a comprar un libro el poder hojearlo, leer alguna reseña o algún extracto. No hay mejor manera de tantear las sensaciones como lector y comprobar si ese libro es exactamente lo que uno andaba buscando. Pueden leer un capítulo completo (el más corto) a continuación.

Karpov, el coleccionista

"La capacidad de elección de Karpov en cuanto a qué posición aspira a obtener en un torneo es muy limitada: sólo le vale el primer puesto", escribió en una ocasión el excampeón del mundo Mikhail Tal. Sin embargo, hay una tercera plaza obtenida por Anatoli Karpov que unánimemente recibió el calificativo de "muy meritoria", y que incluso a él mismo le llenó de satisfacción. Y es que no se trataba de una competición ajedrecística, sino de un importante concurso filatélico: el organizado en Sydney durante las Olimpiadas del año 2000, en el que su colección de sellos con motivos olímpicos fue galardonada con el tercer premio.

No resultó una sorpresa total, ni mucho menos. A lo largo de los años la fama de su colección había ido creciendo, y no era infrecuente que otros importantes filatelistas le visitasen durante el transcurso de los torneos, allá donde estuviese, para poder intercambiar piezas con él. Karpov incluso había sido invitado también a participar con anterioridad en una selecta exposición en Monte Carlo, restringida a los cien más importantes coleccionistas de todo el mundo.

"Empecé a coleccionar sellos a una edad muy temprana, aunque en aquella época no podría realmente llamarse coleccionismo. Tendría unos 10 años cuando por primera vez decidí conservar un sello, uno muy bonito de la Unión Soviética". En concreto, era una estampa de 1958 que conmemoraba el cuarenta aniversario del Ejército Rojo, y que muestra juntos a un piloto, a un capitán de tanque y a un oficial de infantería.

Fue su vecino Sacha Kolishkin, el mismo que le había introducido en el club de ajedrez local, quien le inculcó también esta afición por la filatelia y el coleccionismo, "Aunque al principio, coleccionar sellos era simplemente uno más entre varios entretenimientos", explica Karpov. Hay que tener en cuenta que en la antigua Unión Soviética el coleccionismo, sobre todo de objetos que encerrasen cierta simbología, como chapas, pins o insignias, era una de las aficiones más extendidas.

Pero Tolia empezó pronto a interesarse por las historias existentes detrás de las imágenes representadas, averiguando todo lo posible acerca de ellas. "Poco a poco empecé a encontrarme sellos más intrigantes, con pinturas de acontecimientos históricos. Me interesaba mucho la historia de nuestro Estado, de la Unión Soviética y especialmente de Rusia. Un día me hice con un juego de sellos conmemorativos del tercer centenario de la familia Romanov, editados en 1913. Eran sellos muy alargados, con retratos de los zares y pinturas de sus palacios. Desde ese momento empecé a prestar más atención a la filatelia", declaró en una extensa entrevista sobre este tema concedida en 1988 a la revista New in Chess.

Esta incipiente afición de Karpov fue incrementándose de forma paralela a sus progresos como ajedrecista, y tomó un impulso definitivo a principios de los años setenta, cuando ya ostentaba el título de Gran Maestro y los premios en metálico de los torneos se convirtieron en una fuente de ingresos estable. "No era suficiente con haber decidido convertirme en coleccionista; cuando uno se lo quiere tomar en serio y elige un tema que es tan inabarcable como el que yo escogí, se necesita un montón de dinero", explica. "Cuando ya era independiente económicamente, no sólo en lo que respecta a mí sino hasta el punto de poder ayudar a mis padres, fue cuando empecé a coleccionar de forma más o menos seria".

Por aquella época ya se había establecido su fructífera colaboración con el gran teórico Simeon Furman, quien se quejaba amargamente de la atención que su pupilo prestaba a la filatelia. "¿Cómo puede recordar las variantes de apertura que analizamos si su cabeza está llena de catálogos de sellos? Hoy otra vez ha estado enganchado con ellos. ¡Debería quemarlos!", se quejaba el veterano entrenador.

La intención inicial de Karpov, como cabe imaginar, era limitarse a coleccionar sellos con motivos ajedrecísticos. La primera pieza de este tipo fue emitida por Bulgaria el 29 de septiembre de 1947, con ocasión de los Juegos Balcánicos. En esta prueba, el ajedrez fue uno de los deportes en liza -junto con el ciclismo, el baloncesto y fútbol- y el ganador de la competición resultó el equipo húngaro, que congregaba a un fuerte grupo de jugadores: Benko, Barcza, Florian, Fuster, Gereban, Szabo, y Szny. Diseñado por St. Káncer y representando la figura de un caballo, este sello tuvo una tirada de 172.000 unidades.

La siguiente impresión de sellos ajedrecísticos, al año siguiente, correspondió a la Unión Soviética, que emitió tres distintos con un objetivo común: conmemorar el Campeonato del Mundo de 1948. Esta prueba, disputada entre La Haya (del 1 al 25 de marzo) y Moscú (del 10 al 18 de abril), fue ganada por Botvinnik, quien superó a Euwe, Keres, Reshevsky y Smyslov, convirtiéndose en el sucesor de Alekhine e inaugurando la época de dominio soviético.

"El verdadero 'boom' de la filatelia ajedrecística se dio entre 1972 y 1974, cuando algunos países africanos como Mali empezaron a emitir sellos con ocasión del match entre Fischer y Spassky, la XXI Olimpiada de Ajedrez celebrada en Niza, el quincuagésimo aniversario de la FIDE y algunos otros eventos", explica Karpov. Un caso curioso, y del que muy pocos coleccionistas filatélicos pueden presumir, es que Karpov tiene en su poder varias series de sellos con su propio rostro impreso en ellos. En 1978 Filipinas emitió dos sellos conmemorativos de su match con Víctor Korchnoi, pero sin su retrato: tan sólo con la frase 'Duelo por el título Mundial, Karpov-Korchnoi'. Ésos fueron los primeros. Después varios países africanos lanzaron algunos con su retrato. "Ahora existen muchos", explica Tolia . "En la Unión Soviética emitieron una sobreimpresión en 1982 o 1983, que es como se denomina cuando se imprime algo extra sobre un sello que ya ha circulado, La Unión Soviética tenía unos sellos de los torneos Interzonales –masculinos y femeninos- de 1982, y medio año más tarde hicieron una sobreimpresión en el sello para el Interzonal masculino, con una frase que decía 'Karpov atesora nueve Oscars del Ajedrez', o algo así". Pero quizá los más vistosos sean los emitidos por Liberia en junio de 2001, cuyos 21 sellos divididos en tres bloques contienen toda una biografía pictográfica del Gran Maestro, recogiendo momentos importantes desde su juventud hasta su madurez, como uno en el que se le ve junto a su esposa y con su nieto en brazos.

En total, y hasta la fecha, se habrán emitido algo menos de trescientos sellos con motivos de ajedrez, de los cuales Anatoli cree poseerlos todos. Incluida alguna rareza, como un set de tres sellos húngaros de 1950 que fueron emitidos sin perforar. "Un ejemplar muy excepcional, pero sí, también lo tengo". Una vez que logró atesorar la totalidad de los sellos de ajedrez conocidos, la pasión filatélica le llevó a coleccionar de nuevo los que ya tiene, pero en pliegos completos, sin cortar, que incluyen cuatro sellos. "De tal forma que ahora tengo casi todos los sellos sueltos, y también en bloques de cuatro. Incluso esa pieza húngara que mencionábamos antes, que es tremendamente rara", cuenta con orgullo.

De igual manera, y como muchos otros coleccionistas, Karpov hace acúmulo de otros objetos relacionados con la filatelia que, sin ser exactamente sellos de curso legal, también tienen su valor. Por ejemplo, sellos raros o con defectos de impresión, series canceladas, matasellos especiales o conmemorativos –como los que se utilizaron durante la celebración de algunas ediciones de los torneos de Linares o Tilburg-, o las denominadas "pruebas".

Las pruebas en la filatelia son, por decirlo de alguna manera, los diseños originales que, tras ser grabados sobre la plancha, se imprimen en diversos colores. Sin perforar todavía, esas muestras se enseñan a la autoridad responsable de dar su aprobación, quien elige según su gusto la tonalidad definitiva en que se emitirá cada uno de ellos. Por ejemplo, en 1967 el Principado de Mónaco diseñó un sello de ajedrez, del que imprimieron pruebas en muy variados colores. Su Alteza Real, el Príncipe de Mónaco en persona, fue el encargado de decidir cuál sería la definitiva, y el resto de pruebas con los colores desechados, en vez de ser destruidas, pasaron a engrosar su Museo Nacional. "Sin embargo, algunas de ellas aparecen en el mercado internacional, y son puestas a subasta. Quizá pequeños Principados como el de Mónaco ven en ello una fuente de ingresos adicional para su Departamento del Tesoro. La cuestión es que, en concreto, de ese sello de Mónaco de 1967 tengo las pruebas en diez colores diferentes, si no más. Son piezas raras y muy valiosas", presume Karpov.

Intereses filatélicos variados

Una característica común a casi todos los coleccionistas es la facilidad con la que se entusiasman por empezar a acumular objetos que a veces no tienen demasiada relación con su fetiche inicial. Y Karpov no es de ninguna manera inmune a este hechizo. Este afán acaparativo puede tener como objeto tanto emprender nuevas colecciones, como utilizar esos artículos a modo de moneda de cambio con otros coleccionistas.

De hecho, ya desde muy temprana edad, aunque su primer objetivo como filatelista eran los sellos de ajedrez, los que más excitaban su imaginación infantil eran aquellos que mostraban animales exóticos, motivos geográficos o importantes momentos de la historia. Por ejemplo, le llamaban poderosamente la atención los emitidos por las antiguas colonias del Imperio Británico y, sobre todo, aquellos que mostraban una fauna tan inusual para un muchacho criado en los Urales como podían ser los cocodrilos, monos, serpientes, canguros o cebras. "Me parecía fascinante la aventura geográfica que habían atravesado esas pequeñas piezas de papel, a lo largo de todo su recorrido desde América, Asia o África, para llegar a Rusia", evoca Karpov.

Poco podía imaginar él, cuando aquellos sellos llegaban a sus manos, que su carrera como ajedrecista le haría recorrer en el futuro, incansablemente, distancias tan largas como ésas, y visitar muchos de aquellos países que entonces le sonarían tan lejanos. Todavía hoy, su conocimiento e interés en los sellos exóticos sigue siendo muy notable. Y por supuesto, también sabe apreciar cualquier sello de elegante diseño, con detalles artesanales y finamente ejecutado, de los que –al igual que sus partidas de ajedrez- puedan considerarse pequeñas piezas de arte, obra del ingenio humano.

Así que, aparte de poseer todos los sellos de ajedrez alguna vez puestos en circulación a lo largo de la historia, Anatoli Karpov también ha logrado completar como filatelista algunas otras colecciones. Por ejemplo, tiene absolutamente todos los sellos emitidos por Holanda, por Luxemburgo, y por Bélgica y el antiguo Congo Belga, incluido uno de Termonde –una localidad al Este de Flandes- que muestra uno de sus edificios vuelto del revés. Esta rareza lo hace uno de los más cotizados, ya que aparte del que nuestro biografiado atesora en sus vitrinas, se cree que sólo existen otros 13 ejemplares en el mundo: Su valor actual en una subasta se estima que podría estar por encima de los 120.000 euros. Esto convierte a la colección sobre Bélgica de Karpov en la mayor y más valiosa de las existentes acerca de este país, cuyos sellos emitidos entre 1840 y 1869 tienen especial fama de encontrarse entre los más bellos y elegantes de la historia.

Como buen patriota, el ex campeón mundial también tiene un profundo interés por los sellos de su país. "Mi colección de sellos de la Unión Soviética no es tan buena, pero la que tengo sobre Rusia sí lo es. La desarrollé a partir de una colección que conseguí comprar no hace mucho por un precio bastante razonable, y le añadí piezas que ya tenía y otras que adquirí con posterioridad. Pero completarla resulta una misión casi imposible, porque hay muchas especialidades. En concreto hay tres piezas que no he conseguido aún, porque son extremadamente caras y difíciles de encontrar". Pero la que no falta es una de las más codiciadas: el primer sello emitido en Rusia, fechado en 1851 o 1852.

Sin embargo, el tema que ha dado fama mundial a la colección filatélica de Anatoli Karpov, compuesta por varios cientos de miles de piezas, es el que mencionábamos al comienzo de este capítulo: sus sellos sobre las Olimpiadas y los deportes olímpicos, que obtuvieron la medalla de bronce en la exhibición organizada durante los Juegos de Sydney. "Es difícil precisar a qué número ascienden, porque al igual que sobre el resto de temas, poseo 'pruebas', sellos no perforados, etc. Pero la filatelia olímpica comenzó en 1896, al mismo tiempo que los primeros Juegos modernos. El primer lote fue emitido por Grecia, y es muy escaso. Y yo tengo estos sellos en un bloque de cuatro, en perfecto estado de conservación, además de algunas 'pruebas' y artículos relacionados con ese primer sello. Quizá existan más coleccionistas que posean un ejemplar, pero hasta ahora sólo conozco a dos: Juan Antonio Samaranch (el expresidente del Comité Olímpico Internacional) y yo mismo. Aunque probablemente haya una o dos personas más en el mundo que lo tengan", explica. "Yo pude ver parte de la colección de Samaranch cuando se celebraron las Olimpiadas en Moscú, en 1980. Había una exposición filatélica donde se mostraban varias de sus piezas, y ese sello griego, también en un bloque de cuatro, estaba allí". La colección olímpica de Karpov incluye otras piezas valiosas como un sello de color hecho a mano de 1906, y varias colecciones interesantes dedicadas a los Juegos de 1920 (Amberes), 1924 (Paris) y 1928 (Amsterdam).

Entre los muchos proyectos simultáneos que el incansable Karpov ha estado tratando de sacar adelante en los últimos años, está el de publicar una ambiciosa obra, una especie de compendio que recoja todo lo que se sabe acerca del ajedrez en la filatelia. Un tema en el que, definitivamente, él es uno de los mayores expertos mundiales. En esta especie de enciclopedia, pretende reunir todo el conocimiento acumulado acerca de los sellos con temas ajedrecísticos, matasellos conmemorativos, variaciones, 'pruebas' y monedas o medallas con representaciones ajedrecísticas. Otra de sus obras planeadas estaría dedicada a su colección sobre Bélgica, y ocuparía cuatro tomos.

Estos ambiciosos planes demuestran la gran estima que Karpov siente hacia su colección. "Sigo interesándome por las historias que hay detrás de esos sellos de igual manera que lo hacía cuando era un niño. Especialmente en los sellos de ajedrez, ya que me conciernen y esas historias las conozco de primera mano. Sobre todo en lo que respecta a las competiciones recientes, en las que yo mismo tomé parte. Pero también sé un montón acerca de las Olimpiadas, porque cuando coleccionas esos sellos tienes que saber el dónde y el cuándo".

Para seguir ampliando gradualmente su colección, Anatoli confía en su propio conocimiento y en su experiencia, pero también en el consejo de los muchos expertos y amigos con los que mantiene contacto en sus viajes por todo el mundo. Uno de sus mejores asistentes ha sido Corneille Soeteman, de Bruselas, quien le fue de gran ayuda para completar su colección sobre Bélgica. Además el ajedrecista mantiene una sólida relación con varias casas de subastas tanto en Europa como en los Estados Unidos. Muchos de sus sellos más valiosos están depositados para su resguardo en depósitos bancarios de diferentes países, lo que le proporciona a Karpov la oportunidad de acceder a ellos y disfrutarlos incluso durante el transcurso de sus incesantes viajes. Sin embargo, Karpov se niega rotundamente a hablar del precio de sus piezas. "Yo no veo los sellos como un valor. De hecho, nunca he vendido un sello, pero sí he comprado montones de ellos", declaró en una ocasión al periodista Antonio Gude.

Más ajedrez, tableros y libros

Como la inmensa mayoría de los ajedrecistas profesionales, Anatoli Karpov puede presumir también de una nutrida biblioteca de ajedrez. Ya a principios de los años noventa cifraba la cantidad de libros almacenados en su apartamento de Moscú por encima de los 5.000 volúmenes, y en los últimos tres lustros estima que se ha duplicado, sobrepasando probablemente los 12.000 títulos. "Cuando comencé a jugar al ajedrez, mi padre me compró el famoso libro de aperturas de Panov. En mi séptimo cumpleaños me regalaron otro libro, Las mejores partidas de Capablanca , también de Panov", recuerda. "Esos fueron mis primeros libros. Pero el primero que compré por mí mismo fue el del torneo de Candidatos de 1959, un libro muy bonito escrito por Glígoric y Ragozin. En 1972 jugué un torneo en San Antonio con Petrosian, y a partir de ahí intimamos mucho durante algún tiempo. Yo le contagié con 'el virus de la filatelia' y, cuando le visité en su dacha , él me enseñó su librería de ajedrez. La mía por aquel entonces ya era bastante buena, pero cuando vi su colección de tableros, empecé a coleccionar yo mismo todo lo relacionado con el ajedrez. Sellos, pins, juegos, tableros, piezas, libros… Tengo preferencia por los libros sobre torneos, o biografías y selecciones de partidas de los mejores jugadores. Pero también tengo muchos libros sobre estudios y finales".

Al igual que hizo con los sellos, Anatoli Karpov también adquirió colecciones completas de libros de ajedrez. En Leningrado, en 1970, pudo comprar una pequeña biblioteca de aproximadamente cien volúmenes, muchos de ellos obras antiguas editadas en los primeros quince años de la Unión Soviética. A mitad de los años setenta adquirió otra más extensa, de casi mil títulos. "Pero la mayor parte los he reunido yo mismo. Es obvio que sumando los que he comprado, esos primeros cien más esos mil, no suman los más de diez mil que poseo actualmente".

En cuanto a los tableros y juegos de ajedrez, las ansias de coleccionista chocan ya con el espacio físico disponible, y Karpov se tiene que contentar con conservarlos en sus cajas y embalajes, por falta de espacio. Algunos de los juegos en su poder son obras maestras, a pesar de no tener ninguno excepcionalmente antiguo. Atesora, en cambio, varias piezas modernas muy valiosas, como uno hecho de porcelana, del que existen sólo tres copias en el mundo. También posee otro labrado en una variedad de piedra muy escasa, la Aragonita, que se llama así porque originalmente sólo se podía extraer en esta región de España, pero de la que años atrás se descubrió un filón en la Unión Soviética. Se hicieron tres juegos de esta piedra, dos de los cuales están en un museo, y el tercero le fue entregado a Tolia tras una exhibición de simultáneas.

Este ansia y espíritu de coleccionista es quizás el que puede explicar que, tras haber ganado más de 170 torneos a lo largo de su carrera, Anatoli Karpov siga ambicionando sumar triunfos a su palmarés con la misma pasión que en su juventud.

Un libro de Record Guinness

Esta biografía del gran campeón Anatoli Karpov se convirtió, el 22 de octubre de 2006, en el libro más autografiado por una celebridad, según la organización del Guinness de los Récords. En el Zócalo de la ciudad de México, y a lo largo de seis horas, Anatoli firmó 1951 ejemplares, cifra que coincide –intencionadamente- con su fecha de nacimiento. Karpov batió así el anterior registro que estaba en manos de Bill Cullen, quien en Abril de 2005 autografió 1848 copias de su libro "Golden Apples".


Anatoli Karpov firmando las biografías

Era mi intención que esta modesta obra pudiera conocerse en España, así que hice lo posible por traer conmigo algunos ejemplares –sin autografiar, aclaro- para poner a la venta aquí. Lamentablemente, son muchos menos de los que esperaba en un principio, así que si alguien está verdaderamente interesado le recomiendo que compre su copia cuanto antes. Salvo casos excepcionales (consúltenlo al hacer su pedido), no se venderá más de un ejemplar por persona. ¡Es casi una pieza de coleccionista!


El autor del libro, David Llada firmando más ejemplares de su libro sobre Karpov

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